Ley de Artesanía: un hito que pone en valor al oficio [Columna de opinión de Teresa Díaz]


El Día Nacional del Artesano, que se celebra cada 7 de noviembre en Chile, llega este año con un hito que fortalece al sector: la promulgación de la Ley de Artesanía. Su propósito fundamental es poner en valor los oficios como disciplina artística y cultural, destacando su valiosa tradición y su rol activo en el desarrollo creativo, económico y social de la nación. 

La Ley constituye un marco de acción sólido para articular la artesanía con cada etapa de la cadena de valor de la economía creativa, desde la creación hasta la comercialización, generando beneficios tangibles y un impacto directo en cada territorio. Lo hace a través de la Política y el Plan Nacional de Artesanía, ambos con una mirada de cinco años, que integran todos los elementos de la cadena: desde la formación y transmisión de saberes hasta la difusión, la circulación de obras, el uso del espacio público y la comercialización. 

Durante años, el trabajo de artesanos y artesanas ha estado al margen del sistema y, en ese aspecto, esta ley es una bandera. Marca un hito que reconoce y valora el oficio artesanal como una disciplina artística y cultural clave para el desarrollo creativo, económico y social del país. 

La legislación crea mecanismos clave que dan solidez al sector. Primero, un Consejo Nacional de Artesanía y un Comité Interinstitucional que sacan a la artesanía del aislamiento. Aquí convergen turismo, educación, desarrollo productivo y patrimonio, instalando a este sector creativo como un eje de desarrollo intersectorial. Es en este diálogo donde la ley amarra su gran potencial.

Segundo, la consolidación del Registro Nacional de Artesanía (ChileArtesanía) es vital. Más allá de un catastro, esta herramienta es la llave para la formalización, la visibilidad y, fundamentalmente, la protección de la artesanía auténtica frente a imitaciones. Además, el Fondo Nacional de Fomento es el motor que debe apoyar cada etapa de la cadena de valor.

Un ejemplo interesante de observar y buscar aprendizajes es el caso de Artesanías de Colombia (de carácter público privado) y su programa Colombia Artesanal, el que además de registrar a cada artesana o artesano, promueve rutas turísticas vinculadas a la artesanía, denominación de origen, entre otros instrumentos que fortalecen el sector. 

Si bien la ley de artesanía es un gran avance, aún quedan brechas. La ley articula la parte cultural y productiva, pero deja fuera algunos temas cruciales para el bienestar de los artesanos. Hablo de los aspectos tributarios, laborales y previsionales.

El desafío para la institucionalidad pública es doble: lograr que el Plan Nacional de Artesanía (pensado a cinco años) se implemente a tiempo y con impacto real, y al mismo tiempo, trabajar rápidamente para complementar esta ley. En ese ámbito, se requiere un programa robusto que aborde la inclusión, la protección y el desarrollo integral de artesanos y artesanas, aspectos que esta ley, por sí misma, no puede cubrir. 

En ese sentido, la Ley de Artesanía es un piso, no un techo. Es un llamado a dejar de mirar el trabajo de artesanos al margen y reconocerlos como agentes de identidad territorial, innovación y economía local. El futuro del sector dependerá de la energía y voluntad política para ello desde un punto de vista multisectorial.

Columna publicada en diarios ciudadanos.

[Fotografía principal obtenida de Chile Artesanía: Hualo, roble Maulino de David Quitral Guerra]

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