En su versión 2025, el Festival Reino Fungi convirtió a Pucón en el epicentro nacional de la biodiversidad, el arte, la ciencia y la cultura, reuniendo a más de 10 mil asistentes. «Esta cuarta edición no solo consolidó su impacto cultural y turístico en temporada baja, sino que también fortaleció su rol como referente en innovación territorial, generando un espacio de encuentro diverso e inclusivo, con actividades para todas las edades y públicos provenientes de distintas regiones del país», evalúan desde la organización del Festival.
En entrevista con la Red Nacional de Territorios Creativos, el artista, gestor cultural y director ejecutivo del Festival Reino Fungi, Miguel Bolt, realiza una mirada general del festival, habla de las audiencias y públicos, el turismo creativo y aborda aspectos del desarrollo del ecosistema cultural y creativo en La Araucanía.
¿Cómo evalúas esta versión del Festival Reino Fungi en 2025?
Este año el Festival Reino Fungi recibió a más de 10.000 personas en Pucón. Cerca del 60% del público vino desde otras comunas y regiones, lo que confirma no solo el alcance territorial del festival, sino también su capacidad para activar movilidad, circulación y economías en temporada baja. Hubo una participación muy transversal. Familias completas, niñas y niños, personas mayores y visitantes de distintos perfiles participaron activamente en las actividades. También se evidenció una alta presencia femenina, tanto en la audiencia como en la programación, lo que marca un dato importante sobre quiénes están protagonizando estos espacios.
El impacto en la economía local fue evidente, tanto por la contratación directa de servicios creativos, transporte, producción y alojamiento, como por el movimiento que implicó recibir a miles de personas durante tres días. Eso refuerza nuestro compromiso con generar instancias que fortalezcan el turismo y el desarrollo regional desde una lógica cultural, sostenible y situada.
Este año también destacamos la presencia de invitadas e invitados estratégicos: Jana Nicole, directora del festival All Things Fungi del Reino Unido; Mauricio Cifuentes, gerente de Chilecreativo; Eliana Prada, del Banco Interamericano de Desarrollo; Verónica Pardo, subsecretaria de Turismo; y Teresa Díaz, directora de la Red Nacional de Territorios Creativos.

Un punto clave fue la reunión con la Mesa de Economías Creativas de La Araucanía (MAEC), que permitió afianzar el rol del festival como un espacio de articulación territorial. Desde ahí, seguimos empujando la idea de que las economías creativas pueden ser una matriz productiva para la región, y una vía para pensar de forma más colaborativa el turismo, la economía y la cultura en contextos como el nuestro.
¿Por qué es importante para ustedes llegar a otros públicos?
Llegar a otros públicos es clave porque los públicos de nicho —quienes ya están sensibilizados con temas como la conservación, la educación ambiental o la ciencia— no son el único objetivo del festival. Nuestro desafío está en expandir esos márgenes. No queremos hablarnos solo entre convencidos. Nos interesa incidir en personas diversas, de distintos contextos, que tal vez no han tenido la oportunidad de acceder a este tipo de experiencias.
En un contexto de emergencia climática, posverdad y crisis social, nos parece un deber político vincular el conocimiento científico, artístico y creativo con públicos masivos. Ahí se juega la posibilidad de generar conciencia, pensamiento crítico y sentido de comunidad más allá de las burbujas temáticas o de clase. Por eso, uno de los valores centrales del festival es la accesibilidad: actividades gratuitas, programación diversa, espacios abiertos a todas las edades, orígenes y trayectorias.



Aun así, sabemos que queda mucho por hacer. Si bien estamos orgullosos de haber convocado a más de diez mil personas, con alta participación intergeneracional y de distintos lugares del país —y también del extranjero, como Argentina—, reconocemos que la mayoría de quienes asisten ya tienen cierta sensibilidad o curiosidad por estos temas. Lo que buscamos ahora es ampliar esa frontera, construir puentes reales hacia públicos que no necesariamente llegan por afinidad, sino porque se sienten convocados por una propuesta cultural que los incluye.
Desde tu perspectiva: ¿Qué actividades marcan el desarrollo del ecosistema cultural y creativo en La Araucanía?
El desarrollo cultural en La Araucanía se sostiene en su diversidad territorial. Hay un trabajo constante de agrupaciones de artes escénicas, colectivos artísticos, artesanos y productores que crean desde sus territorios, mezclando saberes tradicionales y prácticas contemporáneas. Destacan oficios como la cerámica, el trabajo en madera o el textil, en diálogo con nuevas formas de creación.
La cultura mapuche juega un rol central, no solo como herencia, sino como fuerza viva que se expresa en la música, las artes, la palabra y la relación con el territorio. En paralelo, zonas como la cuenca del Villarrica muestran una escena cosmopolita y multidisciplinar, donde conviven fotógrafos, cineastas, diseñadores y artistas de distintas procedencias.
En ese contexto, instancias como la Mesa de Economías Creativas de La Araucanía (MAEC) han sido clave para articular experiencias y proyectar al sector como parte de una estrategia de desarrollo regional. Pero aún persisten desafíos estructurales, como la falta de políticas públicas activas y un fuerte centralismo que limita el despliegue de estos ecosistemas.
¿Cómo se vinculan estas actividades con el turismo?
Las actividades culturales y creativas no son un complemento del turismo: son su contenido. Hoy, el turismo de experiencias —aquel que busca conectar con lo local, lo humano, lo auténtico— necesita más que paisajes; necesita relatos, saberes, formas de vida. Y eso lo entregan las economías creativas.

La cultura, el arte, los oficios, la gastronomía y las memorias territoriales permiten que el turismo deje de ser solo una observación pasiva del entorno y se transforme en un encuentro con quienes habitan esos paisajes. Además, esta conexión aporta una respuesta concreta a las estacionalidades: permite extender la experiencia turística más allá del verano, diversificar la oferta, y generar valor agregado al territorio en cualquier época del año.

Desde esa perspectiva, el Festival Reino Fungi propone justamente eso: una forma de turismo que cruza naturaleza, comunidad y conocimiento, generando oportunidades reales para el desarrollo local desde lo cultural.
¿Qué brechas o desafíos observas como realizador de este evento? y ¿qué has aprendido estos años y qué crees que se puede mejorar?
Uno de los principales desafíos ha sido enfrentar las brechas institucionales y culturales que aún persisten frente a propuestas que integran ciencia, arte y territorio. En los primeros años, hubo una resistencia considerable a entender que una iniciativa como la nuestra —interdisciplinaria, experimental y con foco en el desarrollo local— no se ajustaba a los formatos tradicionales de congreso científico ni de festival cultural. Esa incomprensión evidenció la necesidad de una institucionalidad más abierta, capaz de reconocer y valorar enfoques híbridos que cruzan creatividad, conocimiento y compromiso territorial como herramientas clave para el desarrollo sostenible.
También persisten desafíos estructurales: falta de instrumentos de fomento específicos, debilidad en los mecanismos de continuidad y un rezago en la inversión privada para proyectos de alto impacto territorial. En ese contexto, la innovación no solo ha estado en los contenidos, sino en el modelo de gestión: articulación intersectorial, cooperación público-privada, y una gobernanza flexible, capaz de adaptarse a escenarios complejos.
Lo que hemos aprendido es que la colaboración sostenida —entre instituciones, comunidades, equipos creativos y científicos— es lo que hace posible escalar iniciativas como esta. Y que la participación activa de los públicos no se genera solo desde la programación, sino desde un compromiso por mantener espacios accesibles, democráticos y relevantes para sus contextos.
Mirando hacia adelante, el desafío es consolidar al Festival Reino Fungi como un nodo de innovación cultural en el sur del país: un espacio de encuentro entre saberes, territorios y futuros posibles. Un proyecto que no solo exhibe contenidos, sino que activa procesos, conecta sistemas y contribuye directamente a reimaginar cómo habitamos, cuidamos y desarrollamos nuestros territorios.
[Fotografías: gentileza Festival Reino Fungi]



